Existe algo peor que no hacer nada

Por Arq. Florencia Massetto

Quienes conocemos la ciudad de Villa Gobernador Gálvez sabemos de sus necesidades. La imposibilidad de acceso a una vivienda es un problema de larga data, y la falta de políticas efectivas en ese sentido nos muestran hoy su peor cara.  La ciudad crece, pero de la peor manera. Los índices de pobreza e indigencia llegan – desde hace décadas- a ser los más altos de toda la región. Estamos frente a un problema estructural que de seguir así, se seguirá agravando comprometiendo aún más el futuro de todos.

El crecimiento de la ciudad estuvo históricamente vinculado a la oferta de terrenos. Fracciones de tierra barata y apartada de la ciudad ya consolidada, con poca o nula provisión de servicios, que se subdivide y pone a la venta. Sin planificación, la ciudad creció con calles inconexas, dejando barrios aislados, sin espacio para las escuelas, dispensarios, y mucho menos para plazas.

Esta urbanización a través de loteos, y la expansión permanente de los límites urbanos, genera un consumo de territorio totalmente insostenible, que además de provocar la pérdida de áreas de valor estratégico y productivo irrecuperables, hace aumentar cada vez más el precio de la tierra, excluyendo a más población. Podemos lotear la ciudad entera, y sin embargo, el problema de la vivienda seguirá existiendo. No es la cantidad, sino las dotaciones, centralidad y  calidad de los servicios, lo que da precio al suelo y la vivienda.

 El crecimiento urbano no es un proceso natural y espontáneo, está motorizado por decisiones políticas que por acción u omisión, tienen impacto directo sobre el territorio. Si bien el Estado comparte responsabilidad con sus distintos niveles, es el municipio el que mayor capacidad de acción tiene para efectivizarlas. A través de su normativa, el municipio puede promover la suba o baja de precios del mercado inmobiliario, determinando la posibilidad de acceso a la tierra, por parte de los distintos grupos sociales.

Cada vez que el Concejo Deliberante de la ciudad, aprueba un cambio de normativa urbana, decide recalificar suelo rural a urbano, o define hacia donde crece la ciudad; genera un aumento del valor del suelo. No es cierto que “la oferta del mercado inmobiliario de lotes en la ciudad es nula”, como se debate en estos días por el concejo. Existe una oferta, el problema es que no está adaptada a las necesidades de la gente. El mercado inmobiliario no puede contemplar la distribución social de los bienes, por eso es necesaria la intervención del Estado, fundamentalmente el municipal. Tampoco es cierto que la única manera de prevenir las tomas de tierra sean los loteos; ni que es posible liberar áreas verdes y el acceso a la costa, sin un proyecto específico que lo contemple.

El enorme porcentaje de informalidad que año a año aumenta en la ciudad, con miles de familias que viven en las peores condiciones de salubridad y hacinamiento, con un Estado que nunca alcanza a cubrir las demandas de barrios cada vez más extensos y alejados, da cuenta que las medidas tomadas hasta ahora, no están resolviendo el problema.

Una de las necesidades más importantes en gran parte de la ciudad, es la baja provisión de servicios como cloacas, agua, pavimento o transporte público. Paradójicamente el financiamiento de la infraestructura podría pagarse ampliamente con normativa y una política fiscal orientada al problema.

La agenda política hoy más que nunca debe dar respuesta ante la gravedad y la urgente necesidad de trabajar en políticas urbanas, con normas e instrumentos que aborden la integralidad.

El municipio tiene la suficiente autonomía como para trabajar en la generación de recursos y financiar el desarrollo de la ciudad. Es de suma importancia que se empiece a trabajar en lo importante, que debe acompañar a lo urgente del momento crítico de sanidad que estamos atravesando. Muchos municipios lo están haciendo. Lo importante es no esperar más y empezar a trabajar en serio, en provocar el cambio.

El municipio y el concejo deliberante tienen en este sentido, la enorme responsabilidad de decidir cómo vivimos hoy y como vivirán las generaciones futuras. Porque existe algo peor que no hacer nada, hacerlo mal y empeorar el problema.

*Florencia Massetto. Arquitecta especialista en Gerencia Pública y Planificación Urbana Territorial.

 

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