ANTES QUE NADA CANALLÓN HASTA LA MÉDULA, DESPUÉS ESCRITOR, DIBUJANTE Y HUMORISTA ROSARIGASINO
Sería ostentoso y egoísta, aunque entendible querer apropiarse de su figura y de todo que significa este genio cuya pasión se vestía de azul y amarillo. Hay personas que no pueden ser apropiadas por un sector, más en el caso del negro y en el contexto de la época vivida, el amor, el respeto y el reconocimiento, que despertó en la gente lo convirtió en un ícono de la ciudad cuna de la bandera.
El mítico bar «El Cairo» de esa época, no el de ahora le sirvió de bunker para cosechar amigos, pergeñar historias y crear inefables personajes como Inodoro Pereira y su inseparable perro Mendieta, Boggie el aceitoso y tantos otros que azuzaron la imaginación de los lectores. Treinta años ocupando la misma mesa y haciendo un culto de la amistad, dejo un hálito mágico en aire, que ni aún remodelado el viejo bar pudo borrar.
Para los nostalgiosos como el que suscribe y para las nuevas generaciones que no lo conocieron transcribo algunas de sus frases conque miraba la realidad:
«Vos viste que los peruanos, los bolivianos, en fin, en el resto de Sudamérica nos tienen como una especie de admiración a nosotros, no sé, nos ven distintos, con más mundo, más roce, te diría». Así le explica –en el cuento «El mayor de mis defectos»– un porteño a otro cómo conquistó a una modelo en Israel, señalando que su peor tara es su orgullo. Lo que el cuento revela, explica Divinsky, es la burla del rosarino Fontanarrosa al porteño, que, para muchos, ve con cierta superioridad a los demás sudamericanos.
«Lo cierto es que los argentinos tenemos algo especial, algo que es difícil de explicar, y que no es ni la pilcha, ni los zapatos, ni los talompa«. Otra vez, «El mayor de mis defectos» funciona como catálogo de las observaciones de Fontanarrosa. En ese momento del relato, el narrador del cuento se revela como porteño: se refiere a la ropa como «pilcha» y a los pantalones como «talompa» y usa las palabras «cancherear» y «trolo» y «gil» y pregunta retóricamente cada dos frases «¿viste?». Sigamos con aquel porteño seductor en palabras de Fontanarrosa: «Un argentino combina un poco esa cosa salvaje del sudamericano, esa cosa aindiada, algo primitiva, con el toque europeo, lo que nosotros tenemos de la cultura europea. Y después está la rapidez ¿viste? la viveza de uno para captar enseguida. Eso las mata». Y cuando dice «las mata» se refiere, por supuesto, a las mujeres.
«A ellas les gusta saber que uno les va a dar rigor, las hace sentir más mujeres eso. Eso del feminismo y las pelotas de Mahoma son puros versos». Fontanarrosa critica el machismo del porteño (o del argentino en general). Las mujeres, continúa aquel seductor «canchero», «están desesperadas buscando un tipo que, en realidad, las ponga en vereda y las trate con mano firme. No te voy a decir que les pegue, no soy tan boludo, yo no me engaño, pero que las ponga en su lugar. Y eso, ellas saben que lo encuentran en los argentinos, al menos en los de barrio, como uno, en los que no se piantaron en el verso del psicoanálisis». Hasta acá la burla del rosarino al habitante de Buenos Aires, ciudad con más psicoanalistas per capita del mundo.
«Uno piensa que con el paso de los años se va a volver más sapiente y criterioso, que va a ser como el viejo que le enseñaba a Kung Fu: el sabio. Pero es mentira, con el fútbol estoy cada vez más intolerante y maniático». Como buen argentino, pocas cosas fueron tan importantes para Fontanarrosa como el fútbol y su adorado Rosario Central. «Si hubiera que ponerle música de fondo a mi vida, sería la transmisión de los partidos de fútbol», dijo alguna vez el escritor. Divinsky asegura que Fontanarrosa «incorporó con éxito lo coloquial y cotidiano a la literatura, haciéndola accesible a grandes mayorías, sin perjuicio de lo cual logró el respeto de lo que se podría llamar la ‘academia'». «Se lo ve como un referente popular por su temática y por el uso del idioma», añade el editor. Y para lograr el fútbol, y el lenguaje futbolero, fue clave.
«Lo de Maradona en su enunciación pareció que iba a ser muy grave y después resultó una broma al revés. Es como si el más encarnizado de tus vecinos se compra un Rolls Royce. Te mató. Y después no lo puede sacar del garaje». Acá Fontanarrosa se refería a la llegada de Diego Maradona a Newell Old Boys, el eterno rival de Rosario Central. Vargas cuenta que la esposa del escritor, Liliana, «entró dos veces a la habitación matrimonial para despertarlo más temprano de lo habitual: cuando estalló la guerra de Malvinas y en 1993, cuando Diego Maradona firmó para Ñuls«. Y es que la frase –o esa «una broma al revés»– tiene un contexto importante: a Maradona no le fue nada bien con Newells.
