FELICES 137 AÑOS VILLA GOBERNADOR GÁLVEZ

‎A manera de festejo del onomástico de la ciudad ofrecemos esta nota de archivo, en la cual agradecemos a José Luis Riveras por su colaboración en la publicación de la misma.

La ciudad fue fundada por un inmigrante italiano , el ingeniero Enrico Mosconi , el 25 de febrero de 1888 (era el padre del ingeniero militar general Enrique Mosconi , primer director de la petrolera estatal YPF ). El doctor José Gálvez , gobernador de Santa Fe desde 1886, contrató a Mosconi para trazar el sistema ferroviario que uniría esta provincia con Mendoza . Para ello Mosconi adquirió tierras, y con autorización del gobernador, montó una villa, poblada en su mayoría por otros inmigrantes provenientes de Italia y España .

La ciudad fue declarada ciudad por el gobernador Carlos Sylvestre Begnis el 12 de abril de 1962. En ese momento contaba con unos 18.000 habitantes. Lo que hoy se denomina «Villa Gobernador Gálvez» es en realidad un conjunto de tres localidades: VG Gálvez propiamente dicha, Villa Diego y Pueblo Nuevo. La historia de la ciudad se conserva en un museo público (Museo Municipal Dr. Raúl Malatesta), creado en 1986 y gestionado por una asociación de ciudadanos.

LA HISTORIA NO ES HISTORIA SIN LA GENTE

Con el amanecer de todos los años amigos de los medios gráficos, me suelen pedir que les acerque algo de la historia de la ciudad. Siempre aclaro lo mismo, no soy historiador, solo respeto la historia, porque a través de ella podemos advertir errores que no deberíamos volver a cometer. Considero también que más allá de la fría historia oficial, está la historia de la gente, nadie como el pueblo para escribir su historia. Hablar de Doña Prudencia, Mamón, los Suiceros o los muchachos del ferro es hablar de nuestra historia como un lugar único e irrepetible, de allí nuestra identidad como galvecinos. Hoy a pedido de los creadores de este nuevo medio, acerco un breve texto que habla de nosotros, de nuestra historia, de gente sepultada por el olvido y su importancia en la génesis ignorada de nuestra ciudad. Les deseo lo mejor y gracias por permitirme expresar mis simples y muchas veces orilleros conceptos.

Volver para empezar.

Recuerdo borrosamente a Mingo, el herrero, aquel que apoyaba la roja herradura sobre el vaso del caballo levantando un humo gris doloroso. Moreno y cálido hablaba con el abuelo de cosas simples, mientras trajinaba su trabajo sereno y seguro, lo recuerdo y en él a tantos otros que el tiempo se fue llevando, como la antigua talabartería de la calle Filippini frente al bar de Risso, donde colgaban las monturas y otras herramientas que los hombres de aquellos días utilizaban a diario, el carro de los hermanos Gonzales y a Don Evaristo, uno de ellos, el mas conocido, acarreando liga*, ladrillos, pasto, recorriendo lentamente las calles del pueblo, recuerdo a los hermanos Achiaga, los lecheros, en su jardinera* haciendo el reparto, a don Raúl Giacomini y su prolijo carro verdulero, a don Argemiro el afilador y la enorme rueda y las chispas como estrellitas navideñas, a don Rosa el achurero*, a Don Pancho Curti y su tropilla de animales cruzando el barrio hacia los corrales cerca de las barrancas, al negrito masitero vendiendo facturas, a Coco el de las turcas* y a mi abuelo Antonio, el pescador.

Tantos oficios, hombres animales se fueron yendo silenciosamente junto a ese aroma a pasto verde, a tierra mojada, a viento de río que mojaba el alma, las tardecitas veraniegas de la niñez, cuando éramos un pueblo más, con menos asfalto y mas solidaridad, con menos semáforos y mas dignidad, con la candidez del que trabaja y sueña, lucha y mejora. Regresar de tanto en tanto, con el alma si se quiere, nos hace soñar con un futuro mejor y posible. Si pudiésemos partir desde aquello, adquirir una amnesia parcial, borrar los últimos 40 años, y partir desde aquellos hombres y mujeres simples y generosos.

La nostalgia puede ser un punto de partida, un botón de arranque. Aquellos seres, su filosofía ausente de tanto vicio adquirido, de tanto egoísmo, de tanta insana ambición, llena de sacrificio, voluntad y respeto. Regresar con amor, no como un acto de ignorancia o debilidad, de cobardía que vuelve por temor al hoy, por que ayer fue mejor por juventud y energía, no, regresar a los valores, a los principios, a las he-rramientas que nos permitan progresar y no crecer cretinamente, que nos permitan construir una ciudad pueblo, una ciudad sin drogas, sin contaminación, una ciudad construida como Troya, sobre los cimientos de un pueblo.

Volver a las costumbres, tan sanas y nuestras, a los 25 de mayo con empanadas y vino, a la fiesta familiar, a los corsos en la calle Filippini, a los partidos de Talleres y Sportivo, a los picnic en el barrio de los pinos y al sano cantar de los pájaros en los callejones de las quintas cuando el Fonavi no existía, al revolear de las líneas en la boca de la laguna*, a recobrar el aire y el río, la paz de los ranchos orilleros, al chapalear de los caballos en las calles de tierra después de la lluvia, al cantar de las sirenas del ferro y del Swift, volver, volver, volver.

Para empezar de nuevo, para intentar construir lo que no pudimos, no quisimos o no nos dejaron, para abrirles el corazón a los que llegan, para que no se vayan por falta de esperanzas, o se queden frustrados en una esquina a merced del vicio y la ruina.

Volver, volver, volver, partir de nuevo rumbo a un progreso sano y natural, con la mochila cargada de errores para no volver a cometer, con la mirada puesta en un horizonte luminoso.

Aquellos hombres y sus oficios tras la bruma de la nostalgia nos reclaman empezar de nuevo.

José Luis Riveras

GLOSARIO: LIGA: ESTIERCOL DE CABALLO – ACHURERO: VENDEDOR DE MENUDENCIAS – TURCAS: EMPANADAS TURCAS – BOCA DE LA LAGUNA: ENTRADA DE AGUA DEL RIO A LA LAGUNA, HOY TOMADO POR LA EMPRESA PALADINI.

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