¡CUIDADO! PODEMOS SALTAR DE LA SARTÉN AL FUEGO

El run run que crece a lo largo y ancho de la Argentina sobre una nueva ley de contratos de trabajo es algo que ha instalado la preocupación en la clase trabajadora, en gran parte por el desconocimiento de su contenido y una ilusión esperanzadora en la clase empresarial, debido quizás a un Estado que lo llena de impuestos y una justicia laboral que en la mayoría de los casos le es adversa. Sin embargo, siempre hubo más empresarios ricos que pobres y más trabajadores pobres que ricos.

Si bien es cierto que toda ley es dinámica y debe de evolucionar con el paso del tiempo, no por ello es menos  cierto, que deberá hacerlo dentro de los límites que imponen la ética y el cuidado a la dignidad humana, por ello es importante conocer aunque sea los puntos más sensibles de la divergencia que existe entre la lógica del anarcocapitalismo que se impulsa desde el gobierno y prometida desde sus campañas políticas, teniendo siempre en cuenta el poder del que lo tiene por más válida que haya sido su construcción con la vulnerabilidad del trabajador.

A esta altura de los acontecimientos, la convicción de este escriba, sostiene que la llegada al poder de Milei se debe a una cuestión de hastío de tanta corrupción de los sucesivos gobiernos democráticos o de facto.

No obstante, es importante entender la diferencia en lo laboral, entre lo que plantea el anarcocapitalismo que considera que el trabajo es un intercambio voluntario entre el empleador (quien posee el capital) y el empleado (quien posee su trabajo, no debiendo existir ninguna ley laboral coactiva (salario mínimo, indemnizaciones, límites de jornada, vacaciones obligatorias, sindicatos con poder de negociación colectiva).

Se asume que el trabajador y el empleador son partes iguales que negocian libremente y si un trabajador acepta un salario bajo o condiciones deficientes, es porque valora más ese trabajo que las alternativas disponibles, y cualquier interferencia para «mejorar» esas condiciones es una violación de su libertad para contratar.

​La pobreza o la necesidad del trabajador no confiere un derecho a la protección estatal; la única vía ética para mejorar su situación es la productividad individual o la caridad del empleador, un mercado laboral totalmente desregulado tiende a maximizar la eficiencia y la flexibilidad, pero corre el riesgo de caer en condiciones que muchos considerarían de explotación o «esclavitud salarial», ya que el trabajador más necesitado siempre aceptará peores condiciones para evitar el hambre.

​​Como contrapartida desde la perspectiva humanística, en línea con doctrinas como la Socialdemocracia por nombrar a una, ve el trabajo como un pilar de la dignidad humana y una relación de poder asimétrico que debe ser corregido, ya que la dignidad de la persona está basada en la ética de la compasión y la solidaridad. El trabajo no es una mercancía, sino una actividad esencial del ser humano.

​Es por ello que son necesarias las leyes laborales protectoras (salario mínimo vital y móvil, jornada máxima, seguridad e higiene, protección contra el despido arbitrario) para equilibrar la balanza de poder entre el capital y el trabajo.

​Reconociendo que el empleador tiene una posición de poder estructural (control del capital) sobre el trabajador. Sin una protección mínima garantizada por la sociedad (el Estado), el trabajador se ve obligado a aceptar condiciones indignas.

​ Las formaciones sindicales hoy están devenidas en organizaciones delincuenciales y mafiosas, donde también se pueden ver representados pobres y representantes ricos. Pero es necesario que la justicia depure los sindicatos ya que las negociaciones colectivas son derechos esenciales para que la clase trabajadora pueda defenderse y elevar sus estándares de vida, asegurando una distribución más justa del producto de su trabajo.

​Cómo conclusión colijo que la «libertad de contrato» sin regulaciones se convierte en la libertad de explotar a los más necesitados. La sociedad, por compasión y justicia, tiene el deber de imponer límites éticos al contrato, asegurando que el trabajo siempre sea un camino hacia la dignidad y no hacia la precarización.

Eso sí no olvidar que la firma de aprobación de un nuevo contrato laboral, la tiene tanto los representantes políticos y sindicales que Ud. Eligió.

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